Lasesarre Football Stadium
La campa de los ingleses
...llegaron en barcos foráneos equipos imposibles, enseñando a algunos lugareños una nueva idea, absurda en un principio, de cómo acercarse a la naturaleza dando patadas a un balón. Con el clinker blanco delimitando la verde y húmeda hierba, cualquier campa que se llenara de curiosos valía, en sus laderas sentados, cerca, tan cerca, que algunos quitándose la boina se arrancaban a jugar. Una vez más, otra campa, esta vez artificial, un monte donde sentarse rodeados de verde, casi como si estuviéramos jugando, otra oportunidad...
Vibración vegetal
Que difícil es construir con la naturaleza. Siempre hemos estado enfrentados a ella y nuestros recursos para imitarla son toscos y reducidos. El estadio quiere introducir una manera de camuflaje sensible mediante la utilización de esas variaciones lumínicas de los bosques, como las de los mil y un árboles que plantamos al lado del edificio, con un material vegetal-artificial en acero vibrante bajo los pliegues de las marquesinas. Los accesos, a través de este muro vegetal ficticio, nos transportan a otra geografía que controla los flujos y estancias de los espectadores.
Akaris topográficos
Una imagen exterior rotunda y un interior emblemático, formado por múltiples edificios organizados independientemente y diferenciados mediante los pliegues de las gradas, sus jardines particularizados y las diferentes maneras de mirar. Cada uno de estos edificios alberga sus propios servicios y accesos individualizados lo que los hace susceptibles de ser utilizados de manera independiente. El edificio deja de funcionar ya solo una hora y media a la semana como catarsis masculina y nos propone imaginar una semana fructífera con reuniones de amas de casa divertidas y perversas, gestoras pro amnistía desconcertadas o incluso a los txistularis organizando su próximo pasacalles. Un estadio no es solo para el deporte y hay gente a la que no le gusta el fútbol, no? La unidad del edificio sobre toda esta batería de programas la proporciona la cubierta, reflejo directo de la organización de las gradas, permeable a la suave luz del Norte y recortada en los puntos donde la lluvia penetra a los jardines interiores, si alguna vez lloviera en vertical. Al atardecer, el edificio por su volumen plegado translúcido, se convertirá en una suave lámpara a modo de los papeles japoneses arrugados y que sea capaz de marcar una nueva topografía luminosa como emblema de supervivencia de un irrecuperable pasado glorioso. Un lugar de atracción.
Tres años después...
La realidad supera siempre a la ficción, que empieza a ser la única parte divertida de nuestro trabajo.
Micropilotes entubados en camisas de acero inoxidable encuentran su paso perforando las ruinas de los Altos Hornos enterrados bajo las gradas, cuarenta metros de profundidad de lujosas cimentaciones invisibles para escapar del extraño fango contaminado que rodea el estuario de la Ría del Nervión.
Un millón sobrado de kilos de acero atornillado con extrañas solicitaciones para no mostrar tirantes ni estructuras que puedan hablar. Perfiles de acero armado con almas constantes y alas de espesores variables evitando la pornografía de los esfuerzos.
Los prefabricados se montan en poco más de un mes. Un sistema que se muestra perfecto para urgencias, sólido, resistente y nada versátil. Son como un diamante, duros, intocables y para toda la vida.
Metros y metros de tubos de todos los tipos, colores, resistencias, propiedades térmicas, conductivas, aceros inoxidables, cobres, aluminios, polímeros, polipropilenos, termosoldados, encopados o atornillados discurren a través de un túnel anular de instalaciones desapareciendo de la vista pero no de su control.
Luminarias de última generación para iluminar e iluminarse se ocultan adaptándose a la geometría de los pliegues y recortes grafiando en la oscuridad el esqueleto del edificio. Para jugar, otra historia, ciento cincuenta proyectores con miles de vatios y conos de luminancia regulables para la futura televisión digital.
Un buen metalista talla el bosque de acero, un montador sutil sutura la imposible cubierta plástica y alguien que no sabia donde se metía tensa todas las mallas de metal expandido cuadrando uno a uno los ojos entre los paneles, de chinos, vamos.
Llega el láser, y nuestro provincianismo nos hace exclamar, Oh! y en un par de mañanas guía todo el drenaje del campo calibrándolo con pendientes imposibles para el montón de agua que cae en el Norte.
¿Pero estas seguro que vamos a poner los asientos de colores? Ahora es difícil hacer algo Arco Iris, se ha cargado de significados incomprensibles para un país todavía un poco machista. Pero ahí van, mezcladitos, como la población misma.
Estaría bien un Barakaldo F.C Selección del Mundo F.C. como partido de inauguración.
En fin, cuanto esfuerzo, no?